Vigilar viene del latín vigilo, estar despierto.
Hay vigilantes ahí fuera que nos protegen aunque no nos percatemos de ello. Nos protegen de aquellos que acechan y quieren aprovecharse de los durmientes. Sin embargo, los que acechan se encuentran inconscientes, es decir, operan como autómatas. La conciencia trae empatía. Son aquellos que actúan frente a la presencia de la verdad, pero lo hacen de manera errada o para su propio bien.
El que vigila intenta advertir a los durmientes para que despierten. No intenta luchar contra los zombies, ya que la violencia conlleva más violencia.
Él busca subsanar la inacción de la oveja y prevenir la acción del lobo. El vigilante llega mientras sus protegidos duermen y parte antes de que despierten. Sin embargo, de vez en cuando, alguno llega a abrir los ojos antes de que se aleje. El que ahora ha despertado agradece en silencio su protección y logra entender, aunque sea por un momento, lo que sucedía mientras dormía, y la importancia de haber despertado.
Muchos grandes maestros, que en vida fueron tildados de alarmistas, bufones o herejes, no fueron reconocidos hasta tiempo después. Personas que con mensajes, palabras y acciones, trascendieron su existencia, como Mandela, Jesús, Mahatma Gandhi, e incluso artistas como John Lennon o Bob Marley. Sus enseñanzas tuvieron la potencia para maravillar a la sociedad por un instante en su resplandor de la verdad, y luego volvimos a dormir, porque era más fácil.
¿Cómo reacciona nuestra mente ante nuevas opiniones, ideas, y cosas que rompen con lo establecido en ella? ¿Debe producirse un cambio para que el individuo acepte el mensaje, o el mensaje es el que cambia al individuo? De una forma u otra, sea que hay un cambio operando en nosotros y buscamos respuestas, o algo despertó una gran pregunta en nuestra mente, para nuevas cosas, se necesitan nuevos ojos. Aunque lo nuevo pueda pegarle en la misma frente, el hombre tiende a conformarse con lo que ya tiene, porque le transmite seguridad. Y es así como aferrándose a sus anteojeras no ve el futuro, niega el pasado y vuelve a cometer los mismos errores.
Al buscar algo determinado se elimina la visión periférica, limitando el descubrimiento de cosas nuevas.
Puede darse en aquellos hombres que vislumbran la posibilidad de cambio, que intenten modificar únicamente sus accidentes y pequeñas costumbres. Dichas situaciones no producen resultados duraderos y son, por lo tanto, inefectivos. Una persona que no cambia en lo fundamental, en el núcleo mismo de quien es, el intento de cambio de hábitos requiere un esfuerzo doble. El interior que se conserva igual, se resiste y roza con los pequeños cambios superficiales que quiere lograr.
Si la persona cambia en su interior, sus hábitos cambiarán automáticamente, sin esfuerzo y con fluidez. Para grandes problemas, grandes cambios. Hay que comenzar el cambio desde adentro hacia afuera. Abrir los ojos hacia uno mismo para luego abrirlos al mundo exterior y proyectar ese cambio en el entorno.
Edwin Harvey